PROFETAS Y PROFECÍAS – PRIMERA ENTREGA. JEREMÍAS: ¿NACIONALISTA RELIGIOSO O POLÍTICO PACIFISTA?
- Michael Telias - מיכאל טליאס
- Jun 3, 2005
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Uno de los libros más fascinantes de nuestro Tanaj es sin duda el que contiene los relatos y las profecías de Jeremías (Yirmyiahu). Su análisis histórico y literario es sin duda clave para entender la vida de los judíos durante y tras la destrucción del Templo. Ésta época cambiará para siempre las nociones y percepciones de conceptos como nación, pueblo y religión.
Reseña histórica general
El antiguo Medio Oriente, durante los siglos VII y VI A.E.C. fue el escenario de acontecimientos magnánimos de la historia universal. Este vasto territorio que se extendía desde Egipto hasta Persia sirvió de campo de juegos para fuerzas formidables, que se disputaron el dominio sobre la tierra y sobre los hombres. Durante el siglo VIII y VII A.E.C. los imperios de la época eran Egipto y Asiria. Los Asirios, desde el norte, mantuvieron siempre viva la esperanza de poder conquistar el Reino del Nilo, obteniendo así sus riquezas y tecnología. Los Egipcios, por su parte, no tenían aspiraciones a conquistar Asiria, pero deseaban mantenerla los más lejos posible de sus límites. Entre estas dos grandes potencias existía una pequeña potencia, algo más que pequeño reino, el de los judíos. Éste, a su vez, estaba dividido ya hacía más de doscientos años, en dos sub-reinos: el Reino de Judea, con capital en Jerusalem, y el Reino de Israel, con capital en Samaria. Durante el avanze de los Asirios hacia Egipto el Reino de Israel fue abatido. Los sobrevivientes, tal y como era la costumbre de la época, fueron exiliados. En su lugar fueron introducidos a la zona pueblos extranjeros, también víctimas de los Asirios, exiliados de lugares remotos. Estos cambios e intercambios de poblaciones conquistadas de un territorio a otro aseguraba a los Asirios la aniquilación de toda rebelión local posible. Tras destruir a Israel, el ejército Asirio avanzó hacia Jerusalem, pero nunca la conquistó. La protección ofrecida por los intereses egipcios, y los problemas internos del propio Imperio Asirio, lo previnieron. Es así como durante el siglo VII y sobre todo durante el siglo VI A.E.C. surge una nueva potencia, venida desde la zona donde hoy se localiza Irak. Eran estos los Babilonios, uno de los imperios más poderosos de la historia, lleno de riquezas indescriptibles, provistos de tecnología de punta para la época (sobre todo en lo que respecta a la agricultura y la industria armamentista). Los Babilonios aspiraban, así como otrora los Asirios, a la conquista del Nilo. En el camino existían dos obstáculos: el ahora decadente Reino Asirio y por supuesto, la pequeña provincia de Yehudá (Judea) y su cuidad capital, Jerusalem. Egipto, amenazados por los invasores de Oriente, extendió su protección sobre Judea, Asiria y varios pueblos pequeños de la zona. Ésta protección no fue duradera ni efectiva a largo plazo, tras caer Ninveh (capital de Asiria), el poderoso ejército Babilonio avanzó sobre Judea, apoderándose de Jerusalem, poniendo sitio a la ciudad. El primer intento de rebelión contra los nuevos dueños del mundo terminó en el exilio de la familia real judía, el segundo terminó en la demolición de las murallas de Jerusalem y la destrucción del Templo. Ésta vez, los Babilonios no se llevaron exiliados sólo a la clase gobernante, sino que a gran parte de la población en general. Así fue como comienza el primer exilio, el exilio de Babel, y la creación, tal parece ser, de la primera comunidad judía establecida y organizada en la diáspora.
Reseña histórica hebrea
A todo esto las cosas en Judea no van bien de por sí, y la amenaza de los Babilonios por un lado y la presión de los Egipcios por otro, no son exactamente factores que ayudan a traer algún tipo de mejoría. Hacia el año 622 A.E.C. el Rey Josías promueve una reforma religiosa muy amplia dentro de su reino, y también fuera de él, incluyendo a los sobrevivientes de la destrucción del desaparecido Reino de Israel. Esta reforma, en realidad, es la escritura principalmente del libro Deuteronomio del Pentateuco (II Reyes, XXII, XXIII), y la escritura de otros libros asimismo importantes del Tanaj, consolidando una especie de primer canon bíblico. Josías impone el rito judío y condena ritos paganos, muy difundidos en aquella época entre los habitanes de Jerusalem. Eleva el status del Templo como único lugar legítimo de culto religioso y retoma costumbres olvidadas, incluyendo festividades de peregrinación a Jerusalem y ofrendas. Es en ésta época, de furor religioso, donde Jeremías venido de Anatoth, comienza a profetizar en las calles de Jerusalem. En el año 609 A.E.C., en Meguido, se libera una batalla de Egipcios y Asirios contra el ejército Babiolonio en movimiento hacia el sur. En esta batalla muere Josías, y con el proceso de renovación nacional y espiritual. Su hijo, Yehoajaz es nombrado Rey en lugar de su padre, pero es rapidamente expulsado del trono por el Faraón, a favor de su hermano menor, Yehoyakim, con la esperanza de que éste mantuviera un política exterior pro-egipcia y anti-babilónica (Jer. XXII). En el año 605 A.E.C. Babilonia finalmente conquista la tierra de Israel, transformando a Judea en un país vasallo. De todas maneras, los reyes que se van a suceder uno al otro durante toda esta época siguen tambaleándose entre el miedo y la rendición a Babel y la esperanza de una protección liberadora por parte de Egipto. Finalmente en el año 600 A.E.C. Yehoyakim decide por el camino de la revolución contra Babilonia. Pero Babilonia ya era otra, el liderazgo estaba ahora en manos de un osado Rey: Nabucodonosor. Durante el sitio a la ciudad muere Yehoyakim y su hijo, el Rey Yehoyajin finalmente se rinde en el año 597 A.E.C. El Rey y otros diez mil habitantes de Jerusalem y de Judea en general, son exiliados. Este es el primer exilio que sufre Judea hasta entonces, con consecuencias dramáticas a nivel social, político y religioso. Es aquí cuando toma el gobierno el último Rey judío, Tzidkyahu (tío de Yehoyajin). Abiertamente anti-babilónico, bajo su mandato se lleva a cabo una "conferencia" regional contra Babel en Jerusalem, en el año 593 A.E.C., con la participación de los Egipcios y representantes de otras zonas. En el 592 A.E.C. el Rey de Egipto mueve sus tropas hacia los adentros de la Tierra de Israel, desafiando a los Babilonios. Finalmente, en el año 588 A.E.C. comienza el segundo y último sitio de Jerusalem por parte de Nabucodonosor. En el 586 A.E.C. cae Jerusalem, sus murallas y el Templo. Tszidkyahu es torturado y sus hijos asesinados. Se produce entonces el gran exilio, el segundo en realidad, desde un punto histórico, pero el más importante, llamado por ende "Exilio de Babilonia", donde no sólo la clase aristocrática de Judea es exiliada, sino gran parte del pueblo (II Reyes XXIV, XXV). De todos estos sucesos alarmantes y dramáticos es testigo Jeremías, quien sigue profetizando por las calles de Jerusalem. Exiliado Tzidkyahu, el gobierno en Babel opta por la opción de nombrar un Gobernador regional que se adapte a las necesidades del Imperio y mantenga la calma y el flujo de impuestos. Para esta función se designa a Gdalyahu, quien es visto por unos como un traidor, colaborador del imperialismo Babilonio, y por otros como un moderador, intentando traer calma y estabilidad a su propia gente (los sobrevivientes que quedaron en Judea). Gdalyahu es asesinado por judíos fundamentalistas, así se transforma Jeremías, entre otras cosas, en testigo del primer asesinato político de la historia judía (Jer. XLI, II Reyes XXV). Los pocos habitantes de Jerusalem y Judea, incluyendo Jeremías, se desplazan a Egipto buscando refugio. Hasta el año 538 A.E.C., la mayor parte de los judíos residieron en Babilonia y un grupo considerable en Egipto (existen evidencias de una comunidad judía en la Isla Elefantina del Nilo), a pesar de que siempre se mantuvo, durante estos años, una pequeña población judía en la Tierra de Israel, sobre la cual existe muy poco conocimiento. Se completa así la saga de un evento clave en la historía judía. Por primera vez, desde que David estableció su reino en Jerusalem, aproximadamente en el año 1000 A.E.C., los judíos no son solamente privados totalmente de su independencia política y social, sino que además son arrancados de la tierra que los vió nacer y crecer como nación, como pueblo, como núcleo social.
(Si bien he citado en esta reseña al libro de Jeremías y el Segundo Libro de los Reyes, los datos históricos son recopilados de varios libros de historia y arqueología, y fueron confirmados frente a documentos paralelos tanto en Asiria, Egipto y Babilonia).
Jeremías – ¿profeta, mártir, líder?
"Palabras de Jeremías, hijo de Helcías, de los sacerdotes que estaban en Anatot, en la tierra de Benjamín, a quién vino la palabra del Eterno en los días de Josías hijo de Amón, Rey de Judea…" (Jer. I, 1-2).
Así comienza el libro de Jeremías, que sobresale entre los demás libros de profetas por su originalidad y su contenido, sin mencionar que el lenguaje utilizado (en el original en Hebreo, por supuesto) es diferente, clave principal que nos permite situar al libro en su marco histórico. El libro contiene partes de profecía neto, en prosa narrativa, discursos proféticos, muy parecidos a los atribuidos a Moisés en el libro Deuteronomio en su semántica y sus formas figurativas. Además, contiene profecías en forma de poesía, relativamente parecidas al estilo poético del libro de los Salmos. Asimismo el libro es rico en datos biográficos del profeta, lo que es raro en otros profetas (como ser Isaías o Ezequiel) y en cantos personales de Jeremías, lamentando su destino trágico, que se despliega como metáfora del destino trágico de Judea por la destrucción del Reino y la destrucción de la ciudad de Jerusalem. Debe entender el lector que la edición del libro de Jeremías se hizo muchos años después de la muerte del mismo, por lo tanto el libro no es cronológico, sino que es una recopilación de profecías y vivencias del profeta. Por ejemplo, ciertas profecías que pertenecen a la época de Josías o Yehoyakim, durante los primeros años de vida activa de Jeremías, aparecen justamente al final del libro (por ejemplo véase capítulos XLV y XLVI). Por si esto no fuera poco, al haber sido el libro editado muchos años después de la muerte de Jeremías mismo, cabe la posibilidad de que ciertos textos, no originales al profeta mismo, fueron introducidos en el libro por escritores anónimos, que vieron una oportunidad de transmitir sus ideas propias a través de la voz de una personalidad de peso (véase capítulos LX y LXI). Para una total comprensión del libro, debe también tomarse en cuenta que la división en capítulos es totalmente arbitraria. Así, por ejemplo, en un mismo capítulo encontramos profecías que pertenecen a cierta época y profecías que pertenecen a otra, junto a datos biográficos y notas personales. El libro despliega frente al lector la personalidad fascinante de Jeremías, un hombre atrapado entre la polaridad, lleno de conflictos internos y dilemas morales y éticos. Por un lado, la necesidad y obligación del acto de la profecía, como orden directa de Dios y como virtud que no debe desperdiciarse, todo por el bien de la humanidad y especialmente de su propio pueblo. Por otro lado, el trágico desenlace de un líder y visionario despreciado por sus compatriotas, considerado por algunos como un traidor y encarcelado en las condiciones más deplorables.
En ésta primera entrega nos hemos introducido en el mundo de Jeremías, su contexto histórico y político. Hemos adquerido las herramientas básicas del análisis moderno de su obra, para poder abarcarla e introducirnos en ella profundamente. Eso es, precisamente, lo que haremos en la segunda entrega sobre Jeremías, el profeta de Anatoth.

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