Ángeles y Héroes
- Michael Telias - מיכאל טליאס
- Jun 19, 2005
- 9 min read
Analizamos en esta segunda entrega la apariencia física de los ángeles, y a otros personajes bíblicos: los héroes, y su posible relación con los semidioses griegos.
En la primera entrega de esta “mini-investigación” sobre mitología judía, nos enfocamos en el papel de los ángeles en el Tanaj, la Biblia, en sus apariciones y mensajes y, sobre todo, en el simbolismo que evocan. Los vimos en situaciones muy dispares, a veces como los mensajeros de promesas y bendiciones, otras como los portavoces de próximas tragedias y catástrofes. Analizamos asimismo las diferentes apariciones, los personajes que tuvieron el privilegio, o la desgracia, de encontrarse con ángeles y cuáles fueron los resultados de tales encuentros. En el presente capítulo ampliaremos el tema, tratando de abordar otros aspectos, como ser la descripción física de los ángeles, la intervención de ángeles en la vida de los mortales y la relación entre estos seres divinos y los héroes mitológicos del Tanaj. Trataremos también de establecer algún tipo de paralelismo comparativo entre “nuestros” ángeles y héroes y algunos seres semi-divinos famosos en otras culturas. Por sobre todas las cosas, queda una pregunta específica que puede ser fácilmente transformada en la más general de las contradicciones filosóficas. Esta pregunta será presentada al final de nuestro último capítulo.
La imagen del ángel
Existen ciertos pasajes en los cuales los ángeles son descritos físicamente. En la mayor parte de los casos, son descritos como simples seres humanos. Así podemos encontrar a los tres ángeles que se le presentan a Abraham, el varón que lucha contra Jacobo, y los dos ángeles que cumplen con la destrucción de Sodoma y Gomorra. Estos pasajes fueron ya analizados durante la primera entrega.
Más allá de esta visión del ángel como un ser que adpota la figura de un hombre normal y corriente, encontramos también otros pasajes, más interesantes aún. Cuando el ángel de Dios se le presenta a la asna de Bilaam, antes de revelarse ante el propio Bilaam, el correspondiente versículo describe al ángel como a un hombre que sostiene una espada amenazadora (Num. XXII, 23). También Josué ve a este caballero empuñando una espada celestial (Jos. V, 13-15).
Cuando una gran peste cae sobre el pueblo, a causa de un pecado de David, ya durante los últimos años de su reinado, el castigo divino es llevado a cabo por un ángel y la imagen que se puede contemplar es increíble (II Sam. XXIV, 16): el ángel de la muerte extiende su gigante mano desde las alturas sobre Jerusalem, a punto de destruir la cuidad, que finalmente se salva. Aquel caballero que esgrime una espada, en Números y en Josué, es luego descrito por fuentes post-bíblicas como el ángel Mijael, el jefe del ejército divino. La mano gigante del ángel de la muerte que enfrenta a David y amenaza con la destrucción de Jerusalem, es un relato que podemos encontrar nuevamente en el Libro de las Crónicas (I Cron. XXI, 15-30). En este pasaje, encontramos también la intervención de otro personaje: Satanás (I Cron. XXI, 1). No está claro a partir del texto mismo si Satán es el nombre del mismo ángel que amenaza con su implacable mano. Más aún, podemos concluir de este versículo que, cuando “Satán impulsa a David a pecar”, el significado es puramente metafórico, siendo el ángel Satanás la representación de lo malvado y perverso en los hombres. Sin embargo, existe otro relato, donde el papel de Satanás no es metafórico en absoluto...
Ángeles y mortales
Más allá de los anteriormente enumerados encuentros entre ángeles y seres humanos, resaltaremos ahora tres pasajes sumamente importantes desde el punto de vista mitológico, sobre todo cuando nos aventuramos en el mundo de la comparación.
En el libro de Job podemos encontrar una de las más fascinantes historias del Tanaj. No profundizaremos en ningún tipo de análisis filosófico que es, claro está, la opción más tentadora en este caso. Por el contrario, nos concentraremos en el papel de los ángeles. El libro nos cuenta de una gran reunión de ángeles presidida por Dios (Job I, 6). A dicha reunión asiste también el ángel llamado Satán. Lo que viene inmediatamente es algo fascinante (Job I, 7-12), y consiste en un diálogo entre Dios y Satanás, que deriva rápidamente en una apuesta entre ambos. Dicha situación se repite nuevamente en pasajes posteriores (Job II, 1-6; Job IV, 18). El caso de Job es único por su aspecto de interacción entre mortales y ángeles. En el mismo, el ángel Satanás influye directamente en el destino de Job. Los ángeles pierden el elemento de mensajeros y se transforman en este relato en los que toman decisiones y las ejecutan. El deseo de Satanás de influír directamente en la vida de Job es robarle a Dios la exclusividad. Por lo tanto, en este caso, la interacción hombre-ángel es un medio de uno de los ángeles para igualarse a Dios. En la mitología griega lo vemos continuamente. Dioses menores y semi-dioses tratan de tomar el poder y derrocar a Zeus del trono del Olimpo. En muchos casos lo hacen también a través de la utilización de hombres. Cuando Hera enojada quiere castigar a Zeus por su traición, castiga a Hércules quien, abrumado por las sombras de la demencia, asesina a toda su propia familia.
El segundo relato que debe ser resaltado en este contexto es aquel del cual hablamos ya en el artículo Todo Sobre mi Madre y que nuevamente recordamos en la primera entrega de esta serie. Estamos hablando claramente del encuentro entre la madre de Sansón y el ángel (Jue. XIII, 2-7), en el cual encontramos claros elementos que indican una posible relación, específicamente una relación sexual entre la madre de Sansón y el ángel, a través de la cual es concebido el famoso héroe. Está demás decir que los elementos comparativos que acercan la figura de Sansón a la de Hércules son más que obvios: la fuerza física imponente, el cumplimiento de “misiones”, y una muerte trágica; pero más aún que todos estos elementos se establece el hecho de que Hércules es producto de la relación entre Zeús y una mujer (¿suena conocido?)
Pero la historia de relaciones sexuales entre seres divinos y seres humanos no termina aquí. Existe otro relato, apasionante, justo al comienzo del Génesis. Durante esta época mitológica de “finales de la creación”, esta época de caos en el mundo humano, de fundación de dinastías y naciones, observamos detenidamente el relato conocido como el capítulo de los “nefilim” (Gen. VI, 1-4). Los descendientes de los “hijos de Dios y las hijas de los hombres”, son los hijos poderosos, hombres famosos, producto de esta unión. Estos cuatro versículos son inmensamente intrigantes. Por un lado la existencia de los propios nefilim, los cuales representan un desafío al monoteísmo. Por otro, la legitimidad absoluta que el narrador tanájico le concede a esta relación, que desde un punto de vista “judío” es absolutamente aborrecible. Si en el relato del encuentro entre la madre de Sansón y el ángel, la relación entre ambos está descrita muy indirecta y disimuladamente, aquí la situación es totalmente la opuesta. Más aún, los descendientes de esta unión son descritos como “hombres de fama y poder”, o en otras palabras: héroes. Muchas exégesis se han dado a estos cuatro versículos. Los nefilim y los “hijos de Dios” son los mismos, son estos nefilim que toman a las hijas de los hombres por esposas. Del texto también se puede entender lo contrario, y es que los nefilim son el producto de la unión entre ángeles y mujeres, es decir, un sinónimo de estos héroes famosos, semi-divinos. En ciertas traducciones los nefilim aparecen bajo el rótulo de “gigantes”, sin embargo los gigantes, que pasean por las páginas del Tanaj, aparecen también como los anacitas o anaceos, adaptación de la palabra anak que verdaderamente significa “gigante”.
Sin embargo, la palabra nefilim es producto de la raíz nun-pei-lamed, la raíz de la palabra caer o caerse. Por lo tanto, los nefilim son los que cayeron del cielo, y es esto lo que nos conduce a la lectura de una fuente extra-canónica, como ser el libro de Janoj. En el mismo se cuenta que ciertos ángeles fueron expulsados, o escaparon, del cielo, del Panteón divino, y al bajar a la tierra se establecieron en el Monte Hermón, donde tomaron para sí mismos mujeres mortales (Janoj VI y cont.).
Demás está decir que la mitología griega, la egipcia y otras, están plagadas de relatos que describen la unión física, y sus consecuencias, entre seres divinos y seres mortales. Quien lee estos cuatro versículos de Génesis solamente, no puede imaginar que se trata de un relato en el contexto de un libro que promueve el monoteísmo. Más aún, es dificil distinguir entre este relato y el famoso relato mesopotámico de Guilgamesh. Es este pasaje, junto con el inmediato cuento del diluvio, la prueba más definitiva de la honda huella que dejaron las antiguas mitologías mesorientales en la cultura y folklore judíos.
Héroes
En una acepción, la unión entre los ángeles y las mujeres da creación a los nefilim, hombres poderosos y gigantes. En la otra, dicha unión se da entre los nefilim, ángeles que cayeron del cielo, y las mortales, y de ella nacen hombres poderosos y famosos. Sea como fuere, se establece por primera vez en el Tanaj (por lo menos desde el punto de vista del tiempo narrativo), el concepto de héroe. El propio término “héroe”, del griego heros, resguarda un significado ambivalente. Es éste por un lado un ser humano, de carne y hueso, y por otro, es el hacedor de maravillosas hazañas, tan maravillosas que nos hace dudar por un instante si se trata de un ser humano o un dios. Los grandes héroes griegos, son sin duda Hércules y Aquiles. Junto a ellos coexisten también otros héroes, como Ulises, Teseo, Perseo, Cástor y Pólux, héroes de la guerra de Troya como Menelao y Héctor, los argonautas bajo el mando de Jasón y otros.
Sin embargo, Hércules y Aquiles comparten ciertos parámetros que los demás no: ambos son hijos de la unión entre un dios y un mortal (el dios Zeus en el caso del primero y la diosa Tetis en el caso del segundo), es decir, son semidioses; ambos tienen una debilidad (la demencia en el caso del primero y el talón en el caso del otro); y por supuesto ambos comparten la característica de que son casi indestructibles, y poseen una fuerza física por encima de todo límite humano. La vida y muerte de ambos es una seguidilla de tragedias personales y sacrificio altruista.
Estas características pueden ser encontradas fácilmente, repartidas entre los héroes tanájicos. Guidón recibe su misión a través de la aparición de un ángel -como vimos durante la primera entrega- lo que nos advierte desde el principio de un elemento divino que impulsa su actos. Conducirá así a la victoria a su pueblo, al mando de un ejército de trescientos judíos contra “una multitud como la arena que hay sobre la playa” (Jue. VII, 12). Y es claro que no podemos leer estos pasajes sin pensar en la batalla de Termópolis, donde trescientos griegos vencieron a un millón de persas. Y si bien es sabido el profundo simbolismo que encierra el número tres y sus múltiplos, las coincidencias son demasiadas. Los persas, que trataban de conquistar a Grecia desde el oriente, y los enemigos de los judíos, que eran los “midianitas, amalecitas y todos los hijos del oriente” (Jue. ídem), todos provenientes del lado oriental del Río Jordán.
Tampoco podemos olvidarnos de Iftaj, que sacrifica a su propia hija (Jue. XI, 34-40), así como Hércules, en un ataque de locura provocado por Hera, asesina a su propia esposa e hijos.
Como ya lo hemos mencionado, la figura más cercana a los héroes griegos es la figura de Sansón. Analicemos ahora sus características con más detalles. Es hijo de la insinuada relación entre un ser divino y una mujer mortal, así como Hércules y Aquiles. Es su fuerza física tan imponente que lo hace indestructible, salvo su única debilidad, su condición de nazareno (la prohibición de cortarse el pelo, la prohibición de tomar vino), así como Aquiles sabía que su talón era su único punto de debilidad. Como Hércules, Sansón pagó con su vida su devoción y afición a las mujeres; y como Hércules, debe Sansón cumplir misiones impuestas por Dios. Así como Hércules domina con sus manos al cancerbero, mata con sus propias manos Sansón a un león que encuentra en su camino. Luego, come de la miel que se acumula en el cuerpo del león muerto y esto, claro está, contradice completamente las normas de la kashrut, que ya en tiempos de la escritura del relato existían.
Más aún, un simple análisis semántico nos puede revelar rápidamente quién es este héroe tan famoso: Sansón proviene del hebreo Shimshon, que literalmente significa “pequeño sol”. La zona de la que proviene es conocida como Beit Shemesh, que traducido es “la casa del sol”. Está demás recordar a los lectores que el sol es un dios en las mitologías de casi toda cultura sobre la faz de la tierra, desde los hindúes hasta los aztecas, pasando por los griegos y los escandinavos, y por supuesto, resalta su figura en la cultura del antiguo Egipto, que era tan cercana a los pobladores de la tierra de Canaán durante la época de redacción del libro de los Jueces.
En la próxima y última entrega de esta serie de artículos discutiremos la aparición en el Tanaj de bestias mágicas, monstruos y animales increíbles. Luego trateremos de establecer un diálogo con Baruj Spinoza. Hasta la próxima entrega...

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